lunes, 9 de diciembre de 2013

NORT EXPRES

Diciembre es lo que tiene , si viene normal, mucho frío. 
Hacía tanto frío ayer que decidimos una excursión a la montaña central de Asturias. Pensamos en el tren para salir de la ciudad y luego el coche de San Fernando  para el ascenso a la montaña. El paisaje no podía ser más bello: escarcha sobre los árboles, el suelo blanco, el cielo grisazulado: el color de las mañanas de frío, que a medida que avanza el día se va  convirtiendo en azul transparente.
La estación no era la misma que la de entonces, cuando de niños viajábamos en el tren porque no había otro medio. Dos de nosotros habíamos viajado mucho en tren,  en comparación con el resto, y uno hasta había vivido  en la estación. Pero otros aunque no había utilizado tanto en el tren, dejaron volar la imaginación por los recovecos de las viejas películas, se subieron los cuellos de los abrigos, calaron los sombreros hasta los ojos, rodearon la nariz con la bufanda y estalló la magia.
Los altavoces anunciaron en varios idiomas  la llegada inminente del Nort Expres, procedente de Gijón con destino Pola de Lena. No se  bajó ningún empleado uniformado a recoger el equipaje, así que Chiti  como capitana de la expedición, ordenó a Manolo el transporte del carrito de la compra,  muy abultado por cierto.
 Seguía sin aparecer el empleado uniformado que viniese a acomodar a los ocho intrépidos que desafiando el hielo habían comprado un billete para un tren de cercanías  que se convirtió en el Nort Expres por la expectación que levantó el  grupo, más el carrito de la compra.
Cuando llegó el revisor, debidamente uniformado, la cosa ya tomó cuerpo, el ambiente  se estaba caldeando, pues los escasos viajero no dejaban de mirar con insistencia el carrito; el revisor  igualmente le lanzó una mirada desafiante a la vez que solicitaba el billete al grupo que tenía aspecto sospechoso con los rostros camuflados. Ellos  naturalmente jugaron al despiste: Loly llevaba un billete  falso, lo cual dio pie a una interrogación tal vez un poco exagerada por parte del revisor, puesto que su misión era cobrarle doble o hacerla bajar del tren, pero el carrito cantaba demasiado, además de vez en cuando emanaban efluvios equívocos que  atraían al resto de los viajeros, con lo cual se formó un remolino en torno a la caterva. Modesto y Pilina  instaron a Loly para que pagara y así  deshacerse del revisor cuanto antes pues ya estaba resultando un poco pesado. De pronto a Paquita, tras la mirada inquisitiva de José Mari, le dio un sofoco al percatarse de que no había sellado lo suficiente  el cierre y comenzaba a emitir fragancias  indeterminadas, que  desde luego, estaban llamando la atención del público que se había congregado en torno a ellos con el revisor a la cabeza reivindicando su autoridad en el tren. Marisa estaba ausente, fascinada por el hermoso paisaje de Villallana,  cuya planicie cubierta de escarcha, le recordó a sus   ancestros envueltos en una capa de azúcar glaseada que dejándose lamer por el río.
La megafonía del tren  anunció la próxima llegada a Pola de Lena y la voz contundente de  la locutora, deshizo la magia.
 El revisor le dio un billete válido a Loly que ella pagó, Manolo siguiendo las órdenes de Chiti  se  hizo cargo del carrito, Modesto se caló la boina, Pilina el sombrero y Marisa  vió los prados tal cual estaban: xielaos. Paquita y José  Mari pidieron disculpas por la  huella delatora que el carrito esparció por todo el tren, y cuando  éste hizo su parada en la estación todos les desearon feliz día  al tiempo que les hubiese gustado participar de su fiesta, pero comprendieron que la fragancia dominante que salía de aquel cajón con ruedas no era otra cosa que  el aroma  de los pimientos confitados de Paquita, y  no estaba destinado a unos simples viajeros  de cercanías. Aquello había que degustarlo en el Nort Expres por lo menos. Por todo ello  prometieron elevar una petición a las altas instancias de RENFE y recoger firmas para  que se metan el Ave donde les quepa y fabriquen un Nort Expres que cubra la línea Asturias Madrid, si  es posible con una duración de Veinticuatro horas y Paquita al frente del vagón Restaurante confitando pimientos a..., todo tren por supuesto.

FELICES FIESTAS